Señor, añoro esos momentos al principio de mi fe en los que sentía tu cercanía, tu alegría, tu energía y tu entusiasmo por la vida. Confieso que el ajetreo cotidiano ha acabado con mi pasión por ti. Confieso que permito que las preocupaciones del mundo ahoguen la alegría del Evangelio. Señor, vuelve a dirigir mi corazón hacia ti. Fija mis ojos en ti, fija mi corazón en ti. Ayúdame a reiniciar mi fe y mi vida, a partir de hoy. Renueva mi corazón, renueva mi vida para ti y tus caminos. Ayúdame a ver las rutinas diarias de la vida como momentos para someterme con gracia a tu voluntad. Gracias por ser el Señor de mi vida cada día. En el nombre de Jesús, amén.
